I Parte: Erase una vez….
(Voces Lejanas para un Cuento Histórico/ Afrodescendiente)Por Pedro Ángel Dávila David.
La historia de un hombre,
de unos lugares, de
unos hechos,
que siempre hemos de recordar
para mantener viva la memoria,
la cultura de los
pueblos
y la identidad.
Pedro Dávila
Corría el año (1773), las costas del “Nuevo Mundo”, como lo
llamaban sus nuevos moradores, o, más bien, podemos decir: ”Los Invasores”, se llenaban
de grandes barcos, que venían de lugares muy remotos.En esta oportunidad, uno
de esos barcos llegó, no a las costas caribeñas, sino que prosiguió su ruta
rumbo al lago Coquivacoa, hoy Lago de Maracaibo. Ese barco con banderas francesas,
fue dejando atrás el blanco oleaje del mar caribe y se fue adentrando en
aquellas otras aguas más tranquilas.
Ahora eran las aguas de aquel lago, el que recibía a
aquellos viajeros. La mañana se abría como un abanico hermoso, con un
resplandeciente sol, cálido,sin nubes que impidieran su brillo. Aquel barco
atracó en el lugar que hoy conocemos como la Ceiba. Se escuchó una voz, como la
de aquellos otros tiempos, cuando un marino que acompañaba a Colón grito:_ ¡Tierra, Tierra!!.
40 días duro la nave detenida allí, así se evitaba el que
los “pasajeros” de aquel viaje contaminasen a los que esperaban en tierra
firme.
Al transcurrir los 40 días, un sin fin de sonidos comenzaron
a escucharse: gritos, ordenes, cadenas arrastrándose, quejidos…
Eran los marineros organizando con sus látigos y sus gritos
a unas 300 personas que venían en aquel barco. Estos no eran pasajeros comunes,
tampoco venían en plan de conquista. Eran prisioneros, hombres, mujeres y niños
de piel oscura y cabellos rizados.
_¡Muévanse,Negros
Malolientes!!_Dijo una voz con mucha fuerza, a la vez que dejaba caer su látigo
sobre los pechos, las espaldas, los brazos de aquellos seres infelices e
indefensos. Sí, Indefensos eran aquellos
seres que venían atados con pesadas cadenas en sus pies, manos y cuello. Sus
rostros sudorosos, sus ojos húmedos por las lágrimas,sus cuerpos lacerados,
sangrantes,eran la viva imagen del dolor.
Entre los cautivos, un niño de aproximadamente 12 años lo
miraba todo con mucho temor. Los hombres que los golpeaban bestialmente, eran
marinos, soldados, comerciantes, filibusteros, aventureros, no sé. Haciendo
sonar sus látigos,sobre sus cuerpos, hacían salir del barco a aquella especie
de serpiente humana. Fueron bajando uno detrás del otro sin separarse por estar
atados con aquellas fuertes cadenas.
En tierra, carruajes con más hombres esperaban. Si,
esperaban la gran venta. Y estos seres traídos de la lejana África y después de
haber navegado en cautiverio por más de 3 meses, llegaban a su destino.
Serian vendidos a
otros esclavistas, unos comerciantes, otros, señores hacendados. Ya comenzaban
a comprarlos, como ganado. Quienes lo hacían, revisaban cuidadosamente los cuerpos,
la estatura, las edades, la dentadura, su juventud, y los compraban en aquel improvisado“Mercado
de Esclavos”.
Uno de los ricos hacendados el Sr. Briceño, compro varios esclavos,
entre los que iban hombres, mujeres y un niño. Pago por ellos y diò orden a sus
hombres de subirlos a las carretas. En total eran 4 carretas que llevarían cada una a 5 esclavos.
El viaje de aquellos infelices continúo su rumbo; esta vez a
una de esas plantaciones de Cacao, Añil, o de Tabaco que estos señores poseían.
Pasaron los años, y aquel niño creció y fue dándose cuenta
de muchas cosas. Se oían rumores de que algo estaba ocurriendo. Los esclavos
escuchaban a sus amos hablar en voz baja de un “Negro Sublevado”, hablaban de Libertad,
y eso, era peligroso para sus negocios.
Una noche de luna nueva y de fina lluvia el joven escapó de
la hacienda de los Briceño para ir en busca de aquel personaje. “Un negro
levantisco llamado José Leonardo Chirinos”, Decían que ese era su nombre, que
era peligroso para los blancos, que era una especie de demonio. Cruzó montañas,
ríos; padeció de frío, de hambre, rompió sus ya gastadas ropas, pero jamás se rindió;
continuo su viaje a la libertad.
En su huida, al 7º día, varios hombres lo encontraron;
estaba dormido, rendido de cansancio al pie de un frondoso árbol. Eran hombres
de la Hacienda de los Briceño.
Lo ataron después de golpearlo brutalmente y le llevaron de
regreso a la hacienda de la cual días antes se había escapado.
El señor Briceño, furioso, se indignó tanto cuando lo vio,
que él mismo le propino un nuevo castigo y, aprovechando que tenía visita, de
unos viejos amigos en su hacienda, aprovechò y lo vendió para evitar que los
otros siguieran sus pasos
Lo ataron fuertemente, terminando en un nuevo lugar, con
unos nuevos dueños. En aquella hacienda templó su carácter amaso sus deseos de
libertad. Hoy ese lugar es conocido como el Trapiche de los clavos, en Boconó.
En ese lugar cumplió su mayoría de edad. Era un joven brioso,
rebelde, sin miedo, altivo, fuerte y muy trabajador. Esto último hizo que sus
nuevos dueños le fuesen perdiendo la vigilancia; y un día se fue como la luz se
va cuando una nube tapa los rayos de luna llena.
Aquel joven de piel oscura como el ébano, tenía una sola
idea en su cabeza, un solo sentimiento en su corazón: Unirse a aquel José
Leonardo Chirinos, buscarlo para ayudarlo en sus ideas de Liberación.
Continuarà....
No hay comentarios.:
Publicar un comentario