UN VIAJE INESPERADO
En un
lugar muy lejano de África, vivía un niño de la comunidad Masay, que jugaba en
los grandes bosques y la selva, con las
mariposas y los pájaros, se encaramaba en los grandes árboles para ver más allá
del horizonte, se bañaba en los ríos y lagunas, era libre totalmente libre en
ese mundo maravilloso. Un día se subió a uno de esos grandes árboles para tomar
uno de sus frutos vio venir a lo lejos a muchos hombres de cabezas brillante,
traían animales que ladraban; curioso en su inocencia bajo del árbol y quiso
saber quiénes eran esos extraños hombres
y cuando este se les acercó los hombres dijeron (hay cayó mansito el
negrito) en ese momento el negrito se da cuenta que detrás de los hombres
venían muchos como él (familiares, amigos de su comunidad) todos venían
encadenados llorando tristes ensangrentados, golpeados, arrastrando sus pies
por las pesadas cadenas, y eso lo asustó mucho, quiso correr pero ya era tarde
encima de él caía una red que lo inmovilizó, sus días de libertad finalizaron y
terminó en un barco que lo llevaba a tierras muy muy lejanas.
El niño escuchaba hablar a los otros
prisioneros como él, de que iban a un nuevo
mundo, pero ese nuevo mundo se abría como un mal presagio por la propia
condición en que viajaban, la bodega del barco iba repleta de hombres, mujeres
y niños, todos de piel oscura, iban amontonados, encadenados de pies, manos y
cuello, que le impedía el movimiento inclusive para comer y hacer sus necesidades, el movimiento del
barco en el mar les causaba mareos, vómitos, muchos de ellos morían por la
falta de atención, por la sed, el hambre y las heridas que se les originaba al
ser golpeados y que también provocaban las cadenas; la bodega del barco era
oscura en el día y muy calurosa, el hedor provocado por la descomposición de
las heces, el vomito y los cuerpos de algunos esclavos que iban muriendo
producían un olor fétido que hacían irrespirable el ambiente.
Las
noches se tornaban heladas, la madera del barco crujía y las cadenas parecía que
apretaban cada vez más; los prisioneros se amontonaban casi uno encima del
otro, para darse algo de calor, el viaje duró muchos meses; de la gran cantidad
de prisioneros que venían en el barco fueron muy pocos los que llegaron a las
costas del nuevo mundo, bajados del barco son llevados en carretas y muchos a
pie, a diferentes partes donde fueron vendidos a ricos hacendados y
comerciantes; el negrito miraba maravillado ese paisaje que se mostraba ante su
mirada inocente, a pesar de que sus captores seguían empujándolo y castigándolo,
los gritos de amenazas de los captores hicieron volar una gran cantidad de aves
que se posaron en los árboles cercanos pero hubo una en especial que llamó poderosamente su atención, un ave
grande nunca vista por él de los hermosos colores del arco iris, como ese que
miraba embelesado en su tierra natal, después que caía la lluvia, ese pájaro
para él representaba la libertad.
Rafael
Mendoza
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